Este cuento tradicional del Tíbet nos cuenta la historia de
cómo el joven Yeshi supera el reto que le propone un rey muy preocupado
por su riqueza, todo gracias a su astucia.
Había una vez un rey de un rico y poderoso país que estaba
preocupado porque creía que la gente podría aprovecharse de él. Se dio
cuenta que era demasiado honesto y confiado y que la gente podría
engañarle con facilidad. Para evitar que esto pasara, decidió que
contrataría a la persona más inteligente de su país para que fuera su
consejero.
“Si tengo un ministro muy listo, nunca nadie podrá
engañarme”, pensó. Pero, ¿cómo podía encontrar una persona así? Decidió
organizar un concurso para poder encontrar a la persona más lista de su
reino. Así que envió a mensajeros por todo el país para que anunciaran
que el rey estaba buscando a alguien de confianza para asesorarle, y que
para ello habría que superar un reto.
El día del concurso, el
palacio real estaba lleno de aspirantes que creían que ellos eran las
personas más inteligentes del reino. Hablaban entre ellos, intentando
adivinar cuál sería el desafío real.
“Señores,” dijo el rey,
“creo que vosotros sois los habitantes más listos de mi reino, pero
necesito encontrar el más inteligente de todos para que se convierta en
mi consejero, así que os voy a proponer un reto”.
El rey se sentó en
su trono y dijo: “No me voy a levantar del trono mientras estéis
vosotros en la sala, pero si alguien consigue convencerme de que lo
haga, se convertirá en el ministro de mi reino y en mi asesor de
confianza”. Los aspirantes intentaron que el rey se levantara de su
trono de mil maneras diferentes, pero ninguno lo consiguió.
Finalmente,
un joven llamado Yeshi se acercó al trono y le dijo al rey: “Su
Majestad, este reto me parece tan fácil que no es merecedor de mis
talentos, así que voy a intentar algo mucho más difícil”. El rey se
sorprendió y le preguntó: “¿Ah sí? ¿Qué quieres intentar?”.
Yeshi le
respondió al rey con otra pregunta: “Su Majestad, ¿cree que alguien
podría hacer que cruzara esa puerta en contra de su voluntad?”. El rey
le contestó: “¿Porqué cruzaría una puerta si no quisiera? ¡Nadie podría
obligarme a hacerlo!”.
“Yo puedo hacerlo”, dijo Yeshi, señalando
hacia la puerta de la sala el trono. “Imagine que está fuera de la sala
del trono. ¿Qué me daría si consigo que cruce el umbral para volver a
entrar, por mucho que se resista a ello?”. El rey le respondió muy
convencido: “Si lo consigues, te daré la mitad de mi fortuna y te haré
ministro jefe de mi reino”. Yeshi aceptó y sugirió “¿Empezamos?”. Y el
rey se levantó de su trono y empezó a andar hacia la puerta de la sala
del trono.
De esta manera, el joven Yeshi consiguió convencer al
rey para que se levantase, pero lo hizo de manera muy inteligente y
sutil: convenciéndole de que hiciera otra cosa y haciéndole olvidar el
primer reto que él mismo había propuesto.
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