miércoles, 27 de noviembre de 2013

Verdad y Falsedad

Este cuento tradicional filipino nos explica la importancia de ser sincero y bondadoso mediante la historia de dos hombres: Verdad y Falsedad.
Hace mucho tiempo en Filipinas, en un día tranquilo y soleado, el señor Verdad partió de su pueblo a la ciudad para encontrar trabajo. Verdad salió con su caballo y sin mucho equipaje, por lo que viajaba muy rápido. Pero, de pronto, por el camino se encontró con el señor Falsedad, que, casualmente, también iba a la ciudad en busca de trabajo.
- Oh Verdad, mi viaje es tan duro sin caballo y llevando a mi espalda el equipaje… ¿Serías tan amable de dejar que fuera contigo y compartir caballo?
Cómo Verdad era tan buen hombre, le dijo que sí sin pensarlo dos veces. Y los dos juntos prosiguieron el camino a la ciudad. Durante el viaje los dos hombres hablaron muy animados sobre qué tipo de trabajo querían encontrar en la ciudad:
- Yo quiero ser secretario, así siempre podré ir bien limpio y vestido –dijo Verdad-.
- Pues yo cocinero, para estar siempre rodeado de comida que poder devorar –respondió Falsedad-.

Y así, charlando, siguieron caminando.
De repente, se cruzaron con un hombre que cargaba con un pobre cuerpo sin vida al cementerio. El hombre no tenía ayuda y Verdad bajó del caballo y lo ayudó. Una vez enterrado el cuerpo, Verdad preguntó:
- ¿Has rezado ya para que el alma de este pobre hombre pueda descansar?
- No –le contestó el hombre-, yo no sé rezar y no tengo dinero para que un sacerdote lo haga.
Entonces Verdad, muy honradamente, le dio al hombre todo el dinero que tenía para que pudiera pagar al sacerdote y comprar las velas y darle, así, el descanso eterno al pobre hombre muerto.
Y así, sin dinero, prosiguieron su viaje.
Cuando llegó la hora de cenar, Falsedad se enfadó mucho con Verdad por haber dado todo su dinero. Así que, como no podían comprar la cena, decidieron acercarse al río a pescar. Cuando llegaron, vieron que unos peces se habían quedado atrapados en un pequeño charco. Falsedad cogió peces y peces, pero Verdad sintió mucha lastima por los pobres animales y sólo cogió los necesarios para alimentarse, devolviendo el resto al río. Fue entonces cuando Falsedad murmuró:
- Si los ibas a malgastar, hubiera sido mejor que los cogiera yo todos y haberte dejado sin ninguno.
Verdad, con toda su bondad, no respondió a tales palabras y decidió ponerse al descansar.

Y así, a la mañana siguiente, reanudaron su camino.
Mientras cruzaban el bosque escucharon cerca de ellos un sonido horrible. Verdad decidió ir a ver qué ocurría, pero Falsedad, temblando de miedo, se quedó escondido detrás de una piedra en el camino. Cuando Verdad llegó al origen de ese ruido, descubrió que se trataban de pequeñas águilas en un nido bien alto. Estaban llorando porque tenían hambre, pero no se veía a la madre por ningún sitio. Entonces Verdad, que sintió mucha pena por los pobres animales hambrientos, decidió sacrificar a su viejo y cansado caballo para poder alimentarlos y esparcir el resto de la carne por alrededor del árbol para que la madre encontrara el camino de vuelta. Falsedad odió a Verdad porque ahora debía caminar.
Y así, con Falsedad enfadado, prosiguieron su camino hasta la ciudad.
Una vez allí, se presentaron frente al rey, pidiendo que los tomara a su servicio, a uno como secretario y al otro como cocinero. ¡Qué alegría cuando les dijo que sí! Pero entonces, Falsedad empezó a sentir envidia de su compañero, porque Verdad siempre se sentaba con el Rey a comer y siempre iba limpio y bien vestido, mientras él estaba sucio y tenía que comer en la cocina. Entonces se puso furioso y decidió hacer algo para perjudicar a su amigo.
Un día, en el que los Reyes habían salido a navegar por el mar, cuando estaban bien lejos de tierra, la Reina perdió su anillo por la borda. Cuando Falsedad se enteró, fue a hablar con el Rey:
- Mi Rey, un amigo, que es su secretario, dice que tiene poderes mágicos y que puede encontrar el anillo de la Reina. Dice que haría una apuesta con vos, que si no encuentra el anillo, lo mandéis colgar.
El Rey, sorprendido por esas palabras, mandó llamar a Verdad:
- Encontrad el anillo de la Reina esta misma tarde o haré que os cuelguen al amanecer.
Verdad, aterrorizado por esas palabras, bajó hasta la playa y allí se sentó a observar el océano. Pero se dio cuenta que era imposible recuperar el anillo y empezó a llorar. Entonces un pez se le acercó y le preguntó:
- ¿Por qué lloras?
- Lloro porque el Rey me colgará al amanecer si no encuentro el anillo que la Reina perdió en el mar.
Y el pez se fue para, al poco rato, volver con el anillo en su boca.
- Yo soy uno de los peces que salvaste aquél día en el río. Como tú me ayudaste, ahora te ayudo yo a ti.
Y así Verdad se salvó y la Reina recuperó su anillo.
Pero Falsedad otro día le dijo al Rey:
- Mi Rey, ¿recuerda lo que sucedió el otro día?
- Por supuesto. Y ahora creo en ti, ya que gracias a tus palabras recuperé el anillo de mi esposa.
- Pues mi amigo, la otra noche, dijo ser un gran mago. Tan bueno, dijo, que podríais colgarlo que no le dolería.
Al oír estas palabras, el Rey mandó llamar a Verdad.
- Como eres tan buen mago, mañana te haré colgar delante de todo el mundo, para que así lo demuestres.
El pobre Verdad se pasó toda la noche pensando en lo que le iba a pasar y llorando por no poder evitarlo. Entonces, un espíritu se le apareció.
- No llores Verdad. Mañana yo usaré tus ropas y me colgarán a mí.
Al día siguiente mucha gente vio como lo colgaban pensando que era Verdad y mucha más se sorprendió cuando, al mediodía, vieron a Verdad sentado en la mesa. Esa misma noche el espíritu volvió y le explicó:
- Tú salvaste mi alma un día y, ahora, yo te salvo a ti.
Y así Verdad se salvó.
Pero Falsedad tenía cada día más envidia de su amigo y una mañana le dijo al Rey:
- Señor, el otro día su secretario decía que si vos le dejabais casarse con su hija, él le daría a vos tres nietos en una sola noche.
Y el Rey mandó llamar a Verdad:
- Os casaré con mi hija, pero si no me dais tres nietos en una noche, os mandaré ahorcar.
Al día siguiente la Princesa y Verdad se casaron. Pero por la noche el pobre Verdad no pudo dormir, pensando que al día siguiente moriría. Pero de repente un águila entró por la ventana y le prometió encargarse del asunto. Justo antes del amanecer, tres águilas aparecieron llevando un niño cada uno.
- Tú nos salvaste la vida sacrificando tu caballo, así que ahora te la salvamos nosotros a ti.
Cuando el Rey oyó a los niños llorar, la felicidad le embargó. ¡Por fin tenía herederos al trono! Así que el Rey hizo una gran fiesta y le entregó la corona a Verdad.
Y así nuestro amigo, siendo honesto, consiguió ser rey, mientras que Falsedad, con sus mentiras, no consiguió más que alimentar el éxito de su compañero.

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