A veces tenemos tentaciones de hacer trampas, pero aunque
parezcan el único camino hacia la meta, si no las hacemos descubriremos
que siempre ganaremos. Y si no os lo creéis seguid leyendo y comprobadlo
por vosotros mismos...
Hace muchos, muchos años, en China vivía un príncipe en la
región norte que iba a ser coronado emperador. Él era apuesto,
inteligente, valiente y lo tenía todo para ser un buen emperador, todo
menos una cosa: no estaba casado.
Así que para solucionar este
problema se organizó un concurso entre las muchachas de la corte para
que el príncipe pudiera escoger a su futura esposa. El concurso sería
complicado puesto que el príncipe impondría un desafío a todas ellas y
quien lo consiguiera realizar sería su esposa.
Una anciana que
servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre
los preparativos. La anciana tenía una hija profundamente enamorada del
príncipe. Cuando llegó a su casa le contó todo a su hija y ésta le dijo
que quería ir a la celebración. La madre, sorprendida, le preguntó:
"Hija mía, todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán
allí. ¿No sería mejor olvidarte del príncipe y buscarte otro
pretendiente? "
Y la hija respondió: "No, querida madre. Yo sé que
jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar ahí e intentarlo.
Si no lo consigo al menos por algunos momentos habré estado cerca del
príncipe."
Esa misma noche, la joven llegó al palacio del
príncipe. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más
bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas
intenciones. De pronto, aparecío el príncipe y anunció el desafío: "Daré
a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más
bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura
emperatriz de China".
El tiempo pasó y la dulce joven se
entregaba en cuerpo y alma a cuidar a su semilla a pesar de no tener
mucha experiencia en jardinería. Ella sabía que si lo hacía con mucha
paciencia y ternura, no tendría que preocuparse con el resultado.
Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que
conocía pero nada había nacido.
Por fin pasaron los 6 meses, pero la
joven no tenía flor. A pesar de ello fue al palacio para ver al
príncipe. A su alrededor había muchas damas, cada una con su flor.
Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una
de las pretendientes con mucho cuidado y atención. El silencio inundó
la sala y sólo se rompío cuando el príncipe dijo:
"Me casaré con la
joven sin flor". Un murmullo de desaprobación se oyó en la sala, pero el
príncipe replico: "Es la única que merece ser emperatriz de China
puesto que es la única que ha sido honesta. Todas las semillas eran
estériles"
Así pues, el príncipe y la joven se casaron y fueron felices y sinceros para siempre.
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